Reconocer un buen vino puede parecer fácil pero no lo es. El propósito del equipo Aldonza Gourmet es que aprendáis a reconocer un buen vino y que sepáis diferenciar entre un vino de calidad y otro del montón. Es tan fácil cómo seguir las siguientes claves:

Para empezar, lo primero que tenemos que hacer cuándo abrimos un vino es fijarnos en el corcho y olerlo.  Es importante hacer este paso para para detectar si se trata de un vino estropeado. Si notas algún olor desagradable, vuélvelo a cerrar y tíralo. El vino está  picado o estropeado. Si nada de esto ha sucedido, puedes servirte una copa.

Ahora que lo tienes en la copa, vamos a analizar su color e intensidad. Medir en la copa las tonalidades del vino, su brillo y transparencia nos servirá para hacer una primera valoración. Aunque el vino puede tener tonalidades diferentes según la variedad de las uvas y los procesos enológicos, si hay defectos se notarán en su color. A veces, el vino puede estar turbio o tener un aspecto apagado debido a los sólidos en suspensión; esto determinará que estamos ante un vino de menor calidad. Podemos concluir que la calidad del vino puede medirse por la nitidez y la claridad de su color.

A través del color también podemos determinar el exceso de metales, principalmente hierro y cobre, que tiene un vino por la reacción con los taninos y las sales férricas. En cata se observa y expresa como un enturbiamiento severo del vino. Esto es un desorden que viene de bodega y que se produce después del embotellado. No hay forma de corregirse.

 

Vino-Blanco-Aldonza-Albo

 

Pasamos al olor. Lo ideal es olerlo antes y después de agitar el  vino para notar cómo cambia el aroma. El vino se agita para que haga contacto con el aire y, por lo tanto, con el oxígeno. De este modo, los aromas se abren y llegan más fácilmente a la nariz. ¿Qué sientes? ¿Qué percibes? No desesperes si al principio no percibes nada; es cuestión de experiencia. Con el tiempo, irás notando y percibiendo más matices.  Llegados a este punto, os diremos que el aroma no determina la calidad la vino aunque, después de moverlo, sí podemos saber si estamos ante un buen vino. Si en la copa quedan lágrimas, nos encontramos ante un vino de calidad. Las lágrimas están relacionadas con los componentes alcohólicos del vino y, sólo si eres experto, te darán pistas acerca de la untuosidad, la densidad, el grado de ligereza y el cuerpo de ese vino.

Llega el momento de probar el vino. Bebe un trago y deja que repose en la boca, de modo que alcance todas tus papilas gustativas. Siente la textura, el volumen y la astringencia (sensación táctil de sequedad). También debes darte cuenta del regusto o sabor final, así como la intensidad y la cantidad de tiempo que perdura en la boca ya vacía. Cuanto más tiempo perdure la sensación del vino, será de mejor calidad. 

El equilibrio está directamente vinculado con el sabor y engloba la fusión de todos. Lo evaluaremos desde poco equilibrado cuando uno de los sabores destaca muy por encima de los demás hasta muy equilibrado cuando todos conviven en perfecta armonía. En definitiva, el equilibrio del vino es sin duda el elemento más delicado de definir de manera clara y concisa, pero por otro, es de vital importancia porque el vino tiene que ser necesariamente equilibrado. Tiene que existir armonía entre vista, aromas y gusto.

El color, las lágrimas, la intensidad y el equilibrio son los 4 aspectos que, si no eres experto, puedes considerar para valorar si un vino tiene calidad. No olvides que siempre hay un componente subjetivo en cada cata: los gustos de cada persona. Por ello, para que determines cuáles son los vinos que más agradan a tu paladar, lo mejor es probar y probar. ¿Te animas a probar los vinos Aldonza? Aquí.